miércoles, 29 de octubre de 2008

una brillante idea


El bombillo, no cabe duda, fue una "brillante" idea. Pero como casi todos los inventos del hombre, surgió como una mezcla de casualidad, suerte, curiosidad y mucha inventiva.

El padre de esta lámpara incandescente fue el inventor norteamericano Thomas Alva Edison. En nuestro número pasado, ya reseñamos brevemente la biografía de este científico. Repasando un poco, recordamos que Edison fue el primer inventor "en serie".

Él patentó más de mil invenciones y edificó la primera fábrica de inventos. Se trataba de un edificio creado especialmente para "inventar inventos" y ponerlos a funcionar. De todos los que realizó, Edison estaba particularmente orgulloso del fonógrafo o "máquina de voz".

Sin embargo, otra de sus máximas creaciones, no nació en esta "fábrica de inventos". Según se relata en varios libros (como The Wyoming Lynching of Catlle Kate, escrito por George Hufsmith) parece que Edison llegó a la luz del bombillo pescando... Sí señor, sentado a la orilla de un río con una caña de pescar.

Todo comenzó en julio de 1878, cuando Edison fue incluido en el grupo de personalidades que viajó a la población de Wyoming, Estados Unidos, para ver un eclipse solar. Finalizado el evento astronómico, el inquieto científico se fue de pesca a un hermoso remanso llamado Lago Battle, en las montañas de la Sierra Madre.

Según esta historia, a Edison se le rompió el bambú de pesca. Sin embargo, lo guardó y horas más tarde aún lo tenía en el campamento. Allí lo puso a arder en la fogata y notó que la fibra del bambú demoraba muchísimo tiempo encendida, sin consumirse.

Este evento supuestamente inspiró a Edison a buscar la manera de hacer que un filamento "ardiera" o se "encendiera" por mucho tiempo sin apagarse. Esto de encontrar la fórmula de "una luz que nunca se apague", dio paso entonces a los experimentos a través de los cuales, el incansable inventor y su equipo de colaboradores llegaron hasta el bombillo que hoy conocemos... ¡Y todo gracias a un mal día de pesca!

Como moraleja, esta anécdota de Edison sirve para confirmar que incluso los "malos momentos" de la vida, esos en donde las cosas no salen como uno quisiera, pueden servir para generar "ideas brillantes". Si aplicas esta manera de pensar, seguramente a ti también un día se te "prenderá el bombillo".

En realidad los bombillos no se "prenden", se encienden. Sin embargo es muy usual decir "préndelo". ¿Sabes por qué? Se debe a una interpretación al pie de la letra del idioma castellano. Cuando los bombillos de Edison nacieron, hace ya muchos años, se usaban siempre colgados del techo (o sea asidos, agarrados, aferrados al techo) Es decir, estaban prendidos del techo. De allí, devino el término de "prendido" para identificar al bombillo cuando está "encendido".

funcionamiento del bombillo


En esencia, el funcionamiento de un bombillo es tan sencillo como hacer clic para apagarlo: La electricidad hace arder un delgado filamento metálico que dura mucho tiempo sin consumirse o "quemarse", ya que se encuentra sellado al vacío (es decir, sin oxígeno que lo consuma), dentro de un vidrio que casi siempre tiene forma de pera.

Y aunque hoy nos parece sencillo, llegar hasta este invento le tomó muchos años a varios científicos. Antes del bombillo la gente debía conformarse con iluminar las noches con humeantes y hediondos mecheros, velas, faroles y otra gran cantidad de variantes, que nunca iluminaban lo suficiente o se apagaban en muy poco tiempo.

Le correspondió a Thomas Alva Edison inventar el bombillo. Pero no fue nada sencillo. Después de dos años de intentar esta luz limpia, duradera y de bajo costo; finalmente Edison y su equipo lo consiguieron. Entretanto, este científico mandó a buscar en las junglas amazónicas, en Japón y en otros sitios lejanos, el apropiado "filamento" que pudiera durar mucho tiempo encendido sin quemarse.

Edison intentó con más de seis mil vegetales distintos, gastó más de cuarenta mil dólares y efectuó mil doscientos experimentos¡ Pero vaya que valió la pena! Finalmente, Edison tuvo éxito, y uno de sus bombillos se mantuvo encendido dos días seguidos.

Este "primer bombillo" utilizaba una ramita de algodón quemada, de la misma forma que se quema el algodón luego de cada cosecha. En poco tiempo se sustituyó la ramita de algodón por filamentos metálicos y, poco a poco, a medida que la electricidad llegaba a las ciudades, llegaba también esta luz mágica, brillante y maravillosa.